Cada día, en el transcurso de nuestras vidas, muchas de nuestras conversaciones están llenas de comentarios acerca de la importancia de las personas; sean estas para nosotros mismos, o bien para los otros. Es así que desde esta lógica humana frecuentemente en nuestro interior se produce un deseo de triunfo, de ser apreciado, reconocido, agradecido y, cuando estos reconocimientos no llegan, falta de paz. Lamentablemente, los medios de comunicación también ayudan a alimentar esos deseos.
Escrito está que, “un corazón sin ideales es como un cielo sin estrellas”. Por lo que, el hecho de alimentar hermosos y atrayentes objetivos hacen que nuestra vida sea más alegre; con ellos se dinamiza la rutina diaria y nos motivan a que entreguemos todas nuestras capacidades a la tarea cotidiana, independientemente de cómo éstas sea, sin distinción de que sea sencilla, imbricada o modesta y que sea.
Todo importa, todo vale, todo suma a nuestros ser y a nuestro hacer. Es muy bello que podamos alimentar a nuestro corazón con grandes proyectos, con mayúsculos ideales, para así movilizar nuestras energías internas. Pero tratemos de ser realistas; atendamos nuestro trabajo presente, cuidemos los pequeños esfuerzos, porque tanto uno como el otro nos conducirán al logro de nuestras ilusiones… ¿Por qué nos es difícil aceptar que esto no es un plan de difícil realización para las personas que no están implicadas en el “negocio” de una tarea intensa? ¿Es necesario estar en un lugar en el cual no faltan choques de unos contra los otros en busca de notoriedad? ¿Por qué esto sí, con nuestra gracia, todos podemos vivir armonizados? Si así lo hiciéramos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más alegría y serenidad y, con esta actitud, trabajaremos bien con estilos diferentes al nuestro y por Dios.
Que esto expuesto nos sirva para entender que para edificar una catedral hace falta de la persona que pueda tallar una hermosa piedra, de otras que coloquen ladrillos y de otras tantas manos que, todas y cada una en definitiva, se ganan el pan de cada día.
Bien aplica a esto último en refrán: “Si quieres mantener tu surco derecho, ata tu arado a una estrella”.
En la República Argentina, cada 7 de agosto se celebra el día de San Cayetano, uno de los santos más populares del país y, pidiendo su intercesión a través de oraciones, se le implora por el pan diario, el trabajo y la prosperidad económica.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un saludo, y mi deseo que Dios te bendiga y prospere en todo; y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.